sábado, 8 de mayo de 2010

La Iglesia Anglicana de México debe de reiniciar su peregrinaje: Mensaje del Obispo Carlos Touché Porter en el 97 Sínodo Diocesano

La idea de peregrinar es algo que permea las sagradas escrituras de principio a fin. El pueblo de Dios en forma colectiva o en forma individual siguiendo el llamado de Dios, caminando hacia donde Dios le llama, muchas veces sin saber a donde elegirá Dios llevar al hombre. Esto mismo pasa en el Levítico, en la Biblia, Abraham, el Padre de los Judíos, estando cómodamente instalado en Arabia, el Señor le dijo "Sal de tu tierra y ve a la tierra que yo te voy a dar, ni Dios le dijo ni Abraham preguntó cual era esa tierra que Dios le iba a dar o donde estaba esa tierra. Abraham salió caminando y por su fidelidad fue bendecido por Dios y llegó a tener una descendencia más grande que las estrellas, una descendencia espiritual que continua hasta el día de hoy representada por las tres grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el Islam; y nosotros somos parte de esta constelación de estrellas de descendientes de Abraham, por nuestra fe nosotros somos descendientes e hijos espirituales de Abraham.

Lo mismo pasó luego de que los israelitas llevaban ya siglos esclavizados en Egipto, pero no todo había sido malo, había momentos de descanso, había momentos de recreación, de bienestar, y sobre todo la sensación de haber echado raíces en una tierra que aunque no fuese la suya era tierra. En una tierra que aunque los considerase como ciudadanos de segunda clase, aunque vivían como esclavos, era ya su tierra. Sin embargo el Señor da la orden nuevamente a través de Moisés de que salga el pueblo a peregrinar y de nuevo no les dice exactamente a donde los va a llevar.

¿Como reacciona el pueblo ante el peligro de ser aniquilados por los Ejércitos de Egipto, por los Ejércitos del faraón? Cuestiona a Moisés diciendo "Hubiéramos preferido seguir en Egipto como esclavos porque por lo menos ahí teníamos tranquilidad, paz y bienestar, éramos esclavos pero por lo menos teníamos que comer". Ver para atrás es el eterno problema del pueblo de Dios, querer vivir en el pasado, y peor aun, querer revivir el pasado. En los tiempos aquellos de fulano, en los tiempos en donde solo bastaba que el obispo descolgara el teléfono e hiciera una llamada a Nueva York pedir para una iglesia, para un salón, para una casa parroquial, para una escuela, para un internado, para una clínica, y el dinero llegaba a montones, y normalmente hasta mucho más de lo que se necesitaba.

Ah que tiempos aquellos, o recordando aquella famosa canción que llegó a ser película mexicana "Ah que tiempos Señor Don Simón". Pero también hay otra canción mexicana que dice "Ratos felices que nunca jamás volverán", y esta, hermanos es nuestra realidad, es nuestra problemática. En lugar de avanzar hacia adelante, estamos queriendo volver hacia atrás, ponemos la mano en el arado y vemos hacia atrás viviendo con nostalgia aquellos hermosos tiempos de las vacas gordas.
Hermanos y hermanas, lo queramos o no, y para bien o para mal, dependiendo de como lo enfrentemos, ya pasaron los años de las vacas gordas, ahora estamos viviendo los tiempos de las vacas flacas y de las espigas que con trabajo dan fruto, pero esa es nuestra realidad y la tierra a la que el Señor nos ha llevado. Así que propongo un nuevo comienzo, si vemos hacia atrás nunca podremos ver hacia adelante y quedaremos paralizados, estáticos, inmóviles y no llegaremos hacia donde tenemos que llegar. Seria bueno que siguiéramos el consejo de San Pablo de no ver hacia atrás sino ver hacia adelante, ver hacia atrás es más fácil porque vemos algo que nos es familiar pero aunque queramos nunca va a volver.
Ver hacia adelante es difícil porque vemos hacia algo que nos es desconocido pero si Abraham o Moisés hubiesen visto atrás y no hacia adelante nada hubiera pasado y entonces Díos no hubiera hecho un pacto con él y le hubiera dado su descendencia e Israel quizá hasta el día de hoy seguiría como esclavo en Egipto.
Si nosotros seguimos poniendo la mano en el arado y mirando hacia atrás, llorando y recordando aquellos tiempos en los que la Iglesia como madre generosa daba y no pedía, nunca estaremos aptos para el reino y nunca empezaremos a caminar y a peregrinar.
El peregrinaje es una aventura difícil pero no a ciegas, sabemos quien nos guía, quien va con nosotros y sabemos que aunque no conozcamos exactamente el futuro ni el destino, llegaremos sanos y salvos a donde debemos llegar, si es que caminamos siguiendo a aquel que seguimos. La guía no siempre es muy clara, a veces se manifiesta en una columna de nube en el día y en una columna de fuego en la noche, pero la guía es constante como lo fue para el pueblo de Israel en el éxodo, y aquel pueblo pudo avanzar y caminar tanto de día como de noche.
Un aspecto importante del peregrinaje es no hacer alto en el camino, tenemos que caminar tanto de día como de noche para llegar a la meta, y muchas veces cuando caminamos con fe pero con temor hacia la meta, nos vamos a enfrentar, vamos a tener frente a nosotros un mar que amenaza con ahogarnos, pero si con fe estamos dispuestos a entrar a ese mar la mano del Señor va a abrir este mar para que su pueblo vuelva a pasar por él como por tierra seca y llegue a la tierra prometida. Nos da miedo comenzar a caminar, queremos quedarnos como estábamos antes y donde estábamos antes, pero ese donde estábamos antes y ese como estábamos antes ya no existe y el pasado ya nunca va a volver, el pasado solo puede servirnos para aprender lecciones positivas para el presente y para el futuro. Somos llamados por Dios con la misma orden que dio al pueblo de Israel en el éxodo a través de Moisés, di a los israelitas que sigan adelante, que el mar se abrirá para que puedan pasar y llegar a la otra orilla.
No pierdan el tiempo en cosas como enterrar a nuestros muertos, como dijera Jesús, no lo dijo literalmente sino metafóricamente para que entendamos que el reino de Dios y el anuncio del reino de Dios es prioritario y debe ser la prioridad de nuestra vida, sobre todo para nosotros los que hemos hecho un compromiso como ministros ordenados, de ser anunciadores del reino de Dios, de ser los guías del pueblo de Dios y ser esa columna de nube y fuego para guiar y acompañar al pueblo de Dios. Dejemos atrás el pasado o nunca veremos lo que esta adelante. De nosotros depende que estos años de vacas flacas vuelvan a ser nuevamente años de vacas gordas, que los campos que no producen vuelvan a ser abonados y vuelvan a producir una abundante cosecha. Nos va a costar y vamos a pagar con lágrimas pero la promesa del señor es que los que siembran con lágrimas cosecharan con gritos de alegría trayendo una abundante cosecha.
No se en que momento perdimos el camino, y no me refiero a la Diócesis de México, a la Iglesia Anglicana de México, a la Comunión Anglicana, sino a todo el pueblo de Dios, no se en que momento perdimos el camino y decidimos que lo mejor era echar raíces para ya no caminar, para ya no movernos, para sentirnos firmes y cantamos "Firmes y adelante", pero estamos firmes o vamos hacia adelante. Nosotros como árboles que hemos echado raíces necesitamos que la gracia de Dios venga y aunque nos duela remueva la tierra para llegar a la raíz, nos arranque de este suelo donde hemos echado raíces que nos impiden movernos, y aunque nos tambaleemos porque hemos perdido el arraigo en el suelo, volvamos a ser libres para ser un pueblo de Dios que avanza, no un pueblo de Dios que esta estático e inmóvil como hemos estado nosotros ya por tantos años. Camina pueblo de Dios. AMEN

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