domingo, 12 de abril de 2009

Catedral de San José de Gracia: Un símbolo que debe perdurar


La Catedral de San José de Gracia, construida en 1661, es el edificio más antiguo en Latinoamérica donde se dirigen servicios anglicanos. El edificio ubicado en la calle de Mesones #139, tuvo como origen una casa de mujeres fundada en el siglo XVI dedicada a Santa Mónica, que albergaba viudas y abandonadas, para alejarlas de los peligros de la vida mundana.



Debido al estado de decaimiento en que se encontraba, ya en el siglo XVII (1610) se decidió establecer allí mismo un convento, el cual llevó el nombre de Santa María de Gracia, asegurándoles a las recogidas que continuarían teniendo cobijo. Don Fernando de Villegas, rector de la Real y Pontificia Universidad, se ofreció raudo y veloz a fundarlo y sostenerlo, a condición de que lo manejaran sus ocho hijas y su suegra, monjas todas ellas, de diferentes instituciones religiosas, que habrían de dedicarse a la enseñanza de niñas.



Para dar cabida a las nuevas religiosas con sus sirvientas, Don Fernando adquirió unas casas aledañas y construyó una capilla para que monjas y recogidas escucharan la misa. Al paso del tiempo ingresaron más novicias y las casas resultaron insuficientes, por lo que un buen día --malo para las recogidas-- las monjas abrieron un boquete en el muro que separaba ambas casas, pasando por él a sirvientas y niñas, para que arrojaran a las viudas y abandonadas, apropiándose de las instalaciones.



Así continuó creciendo el convento hasta la muerte del fundador, cuyo heredero se negó a seguir sosteniéndolo, con lo que comenzó a deteriorarse, al grado que la capilla ya no se pudo utilizar. Sin desanimarse, las religiosas buscaron otro benefactor, logrando que Don Juan Navarro de Pastrana les reedificara convento e iglesia, dejándoles además rico legado para que continuaran en la bonanzas tras su fallecimiento, cosa que, en efecto, sucedió, pues cuando abandonaron el convento por las Leyes de Exclaustración, poseían 52 casas que les proporcionaban jugosas rentas.



La obra empezó el 19 de marzo de 1659 y se concluyó dos años después, en 1661, y el 4 de noviembre se bendijo solemnemente ahora con el nombre de San José de Gracia, ya que, además de que se inició su construcción un día de San José, la hoy calle de Mesones llevaba precisamente el nombre de San José de Gracia.



Desde entonces y hasta el año de 1863, tanto el convento como el templo estuvieron en uso ininterrumpido por la Iglesia Católica Romana; pero con la exclaustración de las religiosas en ese año, el convento fue fragmentado y vendido. En 1867 con el triunfo de la República, el presidente Don Benito Juárez decidió la confiscación de los bienes del clero que estaban sirviendo para fomentar la guerra civil, dispuso del primero para cuartel en tanto que el templo quedo clausurado y vacío por completo.



Con los años las instalaciones conventuales fueron destruidas y la iglesia se salvó, gracias a las gestiones del Pbro. Enrique C. Riley, clérigo de nacionalidad chilena que vino a México enviado por una sociedad interdenominacional de Nueva York interesada en la reforma religiosa, para que ayudara a organizar la naciente iglesia. En 1869 el gobierno se lo vendió para su uso en 4 mil pesos, precio tan irrisorio en aquel tiempo que el mismo Ridley lo consideró como un regalo del presidente Juárez.



La Iglesia de Jesús que posteriormente tras entrar en comunión en 1906 adoptaría el nombre de Iglesia Episcopal Mexicana, y más tarde el de Iglesia Anglicana de México, respetó la elegante fachada en la que sobresalen las portadas gemelas, características de los templos de monjas. Ambas muestran columnas parcadas y almohadillas en el primer cuerpo; el segundo está decorado con un frontón roto que enmarca una gran ventana, todo labrado en fina cantera.



Una vez reacondicionado. el templo se abrió al culto público de la Iglesia de Jesús, habiendo sido ocupado por la congregación que hasta entonces había estado reuniéndose en un local situado en la calle de San Juan de Letrán, hoy Eje Central Lázaro Cárdenas, y que quedó desde esa ocasión bajo el cargo pastoral del Pbro. Agustín Palacios, profundo teólogo y controvertista que, junto con otro gran sacerdote tan sabio como humilde, el Pbro. Manuel Aguas, quien fue electo primer obispo de la Iglesia de Jesús, y para quien se solicitó a la Iglesia Episcopal de Estados Unidos su ordenación para obtener la sucesión apostólica, pero que desafortunadamente murió sorpresivamente en 1872 y ya no pudo ser ordenado. Ambos se constituyeron en formidables y celosos caudillos y defensores de este movimiento histórico.



Es difícil encontrar en la historia de esta iglesia un acontecimiento de mayor celebridad y trascendencia para su futuro, que aquel del memorable 2 de julio de 1871, cuando se escucharon y retumbaron por todas las paredes del templo las palabras victoriosas e imponentes del Padre Aguas, “Roma ha huido”; Y es que el Pbro. Aguilar y Bustamante, distinguido teólogo católico romano escogido por sus correligionarios para combatir al Padre Aguas y al movimiento que encabezaba, lo retó a un debate público que habría de sostenerse en nuestra iglesia máxima y nunca llegó a presentarse. “El efecto que produjo este suceso”, leemos en una revista publicada a principios de siglo, “se hizo sentir en toda la República, de todas partes escribían para felicitarlo y consultarlo acerca de algunas dudas sobre puntos religiosos y pidiéndole biblias, folletos y el libro provisional de oración. En pocos meses se organizaron 72 congregaciones”.



Si no hubiera otras razones, la que nos brinda este solo hecho bastaría para afirmar que en la Catedral de San José de Gracia, la Iglesia Anglicana de México tiene no solo su cuna sino el símbolo más elocuente y expresivo de sus ideales y aspiraciones: ser, en fidelidad y obediencia a su Señor, centro de difusión de la luz más pura del catolicismo evangélico para el pueblo mexicano.En enero de 1933 el Templo de San José de Gracia fue constituido formalmente como Catedral de la Iglesia Anglicana de México, al ser instalado como Obispo Sufragáneo de México el Ilmo. Efraín Salinas y Velasco. Finalmente en los años 60’s del siglo XX la Iglesia Anglicana de México remodeló el templo siguiendo las reformas litúrgicas de aquellos años y se construyó el moderno edificioanexo que, dedicado a la memoria del Padre Aguas, alberga el amplio salón parroquial que perpetua el recuerdo del Deán Gómez, los salones de clase de la escuela dominical, la casa habitación para el rector de la Catedral y el estacionamiento.



Actualmente, a pesar del deterioro natural de más de tres siglos de uso y continuo, y por los sismos que periódicamente sacuden a la ciudad y las obras de remodelación del Centro Histórico, la Catedral sigue siendo con santa satisfacción, la Catedral nacional anglicana del país.

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