Por Rodrigo Contreras*.
El pasado sábado 8 de agosto del presente se llevó a cabo en la Parroquia de Christ Church, en las Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México, una Eucaristía memorial por el 11 aniversario del fallecimiento del Revdmo. Obispo José Guadalupe Saucedo.
La ceremonia fue presidida por el rector de esta parroquia, el Revdo. P. Vincent Schwann y el Rvdo. P. Julio Cesar Martín, rector de la Catedral de San José de Gracia, quien fue el encargado de predicar un sermón en el cual habló de la vida y obra de nuestro querido Obispo, del cual reproduciré algunos fragmentos:
“Hablar de la vida de José Guadalupe Saucedo es, inevitablemente, hablar del ministerio cristiano mismo y hasta de la vida de la Iglesia misma. Al igual que muchos de los primeros cristianos, él sufrió persecución. Desde joven tuvo que escuchar escarnios y mentiras, y también, al igual que muchos de ellos, sufrió en carne propia los golpes y el maltrato cruel de los enemigos de Cristo. En aquel entonces, a los 15 años, no pudieron arrebatarle la vida, pero él después la daría toda a Cristo voluntariamente hasta el final.
Incansablemente, como Pablo y tantos otros misioneros de la historia, recorrió amplios territorios, y predicó en lugares remotos. Llevó la semilla del Evangelio a pueblos a donde llegar era aún una aventura y una genuina faena. Lugares a los que -como el decía-, había de llevar el alimento espiritual de la Palabra y el Sacramento del Señor. Impregnó su ministerio con un sentido de emprender la Buena Lid, la Buena Batalla por las almas por las que el Señor murió.
Pastor de muchos, el Obispo Saucedo –surgido del pueblo-, caminó muchas veces con su pueblo, y escuchó más de una vez los sufrimientos callados y silentes de las ovejas a él encomendadas y, como tal, llevaba en oración las peticiones de su pueblo. Fue un hombre intelectualmente brillante, con un profundo y potente intelecto, que no desarrolló por la senda académica, debido a las exigencias del ministerio que le correspondió ejercer. Fue más pastor que teólogo. ¿Pero no es acaso este nuestro llamamiento primero? ¿De qué nos sirve tener estudios en el extranjero y hablar en lenguas humanas si no tenemos amor?
¿Dio frutos su ministerio? ¿Sólo dejó tras de sí casas parroquiales, templos, internados, seminarios? ¿Fondos de dinero en Nueva York? ¿O –como dice la Escritura misma-, dio frutos espirituales? La respuesta tendremos que verla en su familia primero, en sus antiguos feligreses después, y en quienes hemos –a través de su episcopado-, recibido la encomienda del ministerio ordenado.
Su familia continúa en la Iglesia, trabajando para ella, adorando en ella, orando en ella, y reencontrándose con el Resucitado en ella. De sus antiguos feligreses, quienes ya han partido al encuentro de nuestro Dios, murieron en la Fe, en la Esperanza y en la Caridad, y de los que viven aún, continúan en la Fe, en la Esperanza y en el Amor. De aquellos a quienes ordenó concentrémonos en quienes continuamos en el ministerio y decidimos tomar de su mano la estafeta del ministerio ordenado, y/o estamos por decidir tomar la estafeta para continuar con su labor en el ministerio episcopal.
Hasta para este caso podemos extraer enseñanzas de su dilatado ministerio y aplicarlas en nuestro presente. Y es que –entre equívocos, tinos, y omisiones-, podemos concluir que él fue pastor (más que un gerente general con experiencia internacional, estudios en el extranjero, relaciones internacionales, y habilidades tecnológicas de última generación). Más que un gerente general, fue Pastor.Y si fue pastor más que administrador, entonces ahora nos corresponde a nosotros buscar, en otros, los talentos que a nosotros nos falten. Un obispo no puede serlo todo.
No debe serlo todo. Antes que nada debe ser pastor de su pueblo, y de su clero también, ¡y de las familias del clero también!
José –“el soñador”- alguien le llamó alguna vez, tuvo un sueño; dicen algunos que por fin se hizo realidad, dicen otros que a veces pareciera que el sueño se ha convertido en pesadilla, pero eso depende enteramente de nosotros: ahora nos toca a nosotros. En cierto día, encontré al obispo muy meditativo, tanto, que le pregunté en qué pensaba, y me dijo: “En los años 70’s Morelos fue el emporio de la Iglesia mexicana, ahora ya no”. Le dije: –“Lo mismo fue el Norte de África hace 1700 años, y no nos lamentamos de eso, sino que trabajamos para nuevamente predicar el Evangelio en esas tierras.” Hermanos ahora nos toca a nosotros predicar de nuevo el Evangelio en Morelos; nos toca a nosotros hacer realidad el sueño y vivirlo como él lo soñó, como la oportunidad de reconvertir al pueblo de México al Evangelio. No miremos hacia atrás, sino hacia delante.
¿Qué nos trae el ministerio cristiano ordenado o laico, cuando lo vivimos en consecuencia? ¿Honores, reconocimiento, aprecio, simpatía? Pareciera que develar una placa en nuestra memoria, o dedicar algún salón parroquial a su nombre, fuera poca cosa. Hace algunos meses me topé con la sección de obituarios del Anglican Digest y me pregunté: ¿acaso al final obtenemos que nuestro nombre aparezca en una nota de tres líneas de un obituario en algún periodiquito eclesiástico? Es que después de todas las faenas, sólo eso obtendremos al final? NO. No, pero nuestro nombre sí aparecerá escrito en otro libro. Y yo estoy cierto que el nombre de José Guadalupe ya está escrito en el Libro de la Vida.
Al término de la ceremonia el Rvdmo. Obispo Carlos Touché Porter bendijo y develó en el salón parroquial una placa conmemorativa. Posteriormente todos los asistentes, entre ellos la familia del propio Obispo Saucedo, departieron algunos bocadillos mientras recordaron anécdotas de su convivencia con él.
A continuación les presentó una breve biografía del Obispo Saucedo elaborada por su familia:
Nació en Tlacotepec, Michoacán, el 5 de diciembre de 1924 en donde vivió con sus padres Evaristo Saucedo y Josefina Mendoza y con sus hermanos: Eva, Melchor Ascensión y Cipriano. A los 12 años ingresó al internado de San Andrés en Guadalajara y en 1946 recibe una beca para estudiar en el seminario de Virginia en los Estados Unidos, en donde fue ordenado al diaconado en febrero de 1949 por el obispo de Virginia. Ese año regresó a Cuernavaca para hacerse cargo de la iglesia de San Miguel y Todos los Ángeles en donde fue ordenado al sacerdocio por el Obispo Salinas. También tuvo a su cargo las congregaciones de Alpuyeca, Galeana, Jojutla y Alejandra. El 12 de noviembre de 1950 se casó con Juanita R. Griffith en la iglesia de San Miguel y Todos los Ángeles. En 1953 fundó la congregación de habla inglesa (Saint Michael and All Angels). En el otoño de 1957 fue electo Obispo de México y consagrado el 14 de enero de 1958, en la Catedral de San José de Gracia. Como Obispo llevó el evangelio a lugares apartados, construyó iglesias, internados y centros diocesanos principalmente en el D.F., Morelos y Veracruz, el Seminario, la Escuela de Educación Cristiana y el Centro Diocesano en San Ángel, D.F. Creó cuatro Diócesis: Norte, Occidente, Sureste y Cuernavaca, de la cual se encargó a partir de enero de 1989. En 1994 la provincia de la Iglesia Anglicana de México fue formada y fue electo Primer Obispo Primado de la Provincia. A fines de 1996 se jubila y debido a una seria enfermedad muere el 7 de agosto de 1998.
1 comentario:
Que buen sermon de la vida del Obispo Saucedo! :p
Ojala el editor tenga el texto complete porque yo no lo halo entre mis cosas.
Abrazos desde Canada
Julio Cesar
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