Por Rvdo. P. Hernan Villalba*.
Veinte siglos de vida cristiana sustentada en la resurrección de Cristo y aún seguimos viviendo en una cultura de muerte, de desesperanza y de crisis existencial causada por el fantasma de la guerra y el terrorismo…basta mirar los titulares de nuestros diarios para darnos cuenta de la cultura de muerte que nos agobia.
Los cristianos proclamamos “¡Es verdad, el Señor ha resucitado, Aleluya!”, pero, ¿vivimos lo que proclamamos? ¿El estilo de vida de nuestras comunidades es de resurrección y de vida? ¿Por qué muchos de nuestros templos se llenan para celebrar el Viernes Santo, la pasión y la muerte de Cristo y no sucede lo mismo para celebrar la gran vigilia pascual?
¿Cuál es el Cristo que celebramos? En 1 Corintios 15,3-5 San Pablo afirma: “Porque les transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado y que resucito al tercer día según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y después a los doce…” fue el testimonio de unos intrépidos hombres que tuvieron la experiencia de Cristo resucitado, el motivo para que muchos creyeran, se convirtieran y entregaran sus vidas al Señor. En una palabra, para que aceptaran la salvación, como lo afirma Pablo: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levanto de entre los muertos, serás salvo…” (Romanos 10, 9).
La base del cristianismo es la resurrección de Cristo “…y si Cristo no resucitó, su fe es vana: están todavía en sus pecados” (1 Corintios 15,17) y también hubo hechos que aun celebramos que llevaban a los primeros cristianos a experimentar a Cristo resucitado. Dos textos que mucho me han llamado la atención al respecto son: Lucas 24, 13-ss, donde los discípulos de Emaús reconocen al Señor resucitado en la fracción del pan, y Juan 21,1-14 donde Cristo se manifiesta a sus discípulos en lo ordinario de sus vidas de pescadores…en ambos textos Cristo resucitado se presenta para restaurar la esperanza rota y la fe desecha de sus discípulos. Esos discípulos fueron los que después irían aún a costa de sus propias vidas a proclamar a ese Resucitado que era la razón de ser de sus vidas en ese momento.
Celebrar la Pascua, celebrar la Eucaristía, celebrar los sacramentos, debe llevarnos a vivir a Cristo resucitado a través de la fe en la Palabra. Es la celebración de fe la que fortalece nuestra esperanza y la que permite que vivamos la resurrección, para que proclamemos con nuestras vidas y con la vida de nuestras comunidades que Cristo es la esperanza en medio de un mundo sumido en la desesperanza y en la cultura de muerte.
El estilo de vida de los primeros cristianos fue pieza clave para que muchos creyeran y aceptando a Cristo se enfilaran en esa comunidad llamada Iglesia.
“Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús…” (Hechos 4,33).
* El Rvdo. P. Hernan Villalba es sacerdote de la Iglesia Episcopal Puertorriqueña.
(Tomado de la revista Credo Cuaresma-Pascua 2007)
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