Por Gonzalo Rendón*
No es posible ahondar en el sentido de la Pascua cristiana sin tener como telón de fondo la Pascua judía. En efecto, para el creyente judío también la pascua es el eje y fundamento de su fe, como que es el recuerdo perenne de aquella acción divina a favor de los esclavizados en Egipto, que trajo para todos libertad y que marcó el punto de arranque, el nacimiento de Israel como pueblo, con una identidad propia y una tierra propia donde realizar el proyecto de una sociedad igualitaria y solidaria según el querer de Dios.
Origen de la Pascua judía.
En sentido estricto es muy difícil fijar su origen preciso. Hasta donde es posible seguir sus rastros, se sabe que entre las tribus seminómadas del cercano oriente existía la costumbre de degollar un cordero la noche anterior a la partida de las caravanas en busca de nuevos pastos para el ganado. Con la sangre del animal se rociaban los palos que utilizarían para armar las tiendas en sus acampadas, y se sabe también que la carne era consumida completamente esa noche, por lo general asada, acompañada de yerbas (especias y hortalizas) y con premura, pues era el momento de partir.
El sentido o la finalidad de la aspersión con la sangre del cordero era encomendarse al amparo de los espíritus buenos de los lugares donde acamparían; es decir, con esta marca, los pastores daban por hecho que los espíritus malos serían repelidos durante sus jornadas, además de que no podrían ingresar a sus tiendas para hacerles daño. Retengamos este dato: la sangre del cordero con la cual untaban los palos de las tiendas, era signo de vida, de protección, de defensa; era algo así como un exorcismo para repelar cualquier acción maligna.
No estamos hablando todavía de una fiesta religiosa exactamente, sino de un ritual que obedecía más a la creencia popular de que cada lugar era habitado por espíritus buenos que podían proteger, pero también por espíritus malignos que podían atraer el mal sobre las personas y el ganado. Fue mucho tiempo después del evento de la liberación de la tiranía egipcia cuando esta antiquísima práctica pastoril adquirió un valor estrictamente religioso; es lo que se conoce como el proceso de teologización de la pascua, y que nos da idea de la procedencia de los grupos humanos, tribus y étnias, que están en el origen de Israel como pueblo.
Con el paso del tiempo, Israel entendió que haberse liberado del poder faraónico en un momento dado de la historia, sólo había sido posible por la acción directa de un Dios que intervino en su favor; por eso quieren revivir y celebrar ese acontecimiento, y para eso echan mano de aquel antiguo ritual pastoril para rememorar la acción liberadora de Dios. Se vuelve a la figura del cordero y la utilización de su sangre como marca para ser salvados. Cuando el Israel religioso legisla sobre el modo de celebrar esta solemnidad litúrgica (cf. Ex 12,1-14; Lv 23,5-8; Nm 9,1-14; Dt 16,1-8; Jos 5,10) aprovecha aquella antiquísima figura del cordero degollado y la utilización de su sangre para marcar, no ya los palos de las tiendas, sino las jambas de las puertas, con lo cual serían librados de morir la noche en que vendría el ángel exterminador a "herir de muerte a los primogénitos de los egipcios…" (Éxodo 12,12). Y en efecto, cuando aparece el ángel de la muerte, "hirió a todo primogénito del país, tanto de hombres como de animales, mas los primogénitos de los israelitas se salvaron porque habían untado las jambas de sus puertas con la sangre del cordero que habían degollado; el ángel pasó de largo, saltó las casas cuyas puertas estaban marcadas". Entre paréntesis digamos que este puede ser el origen etimológico de la palabra "pascua", pesaj = saltar. Dar saltos. Brincar en un solo pie.
Y bien, ya nos dice el libro del Éxodo la forma cómo los israelitas comieron el cordero: con los lomos ceñidos, puestas las sandalias y con el bastón en la mano; es decir, a la misma usanza de las antiguas tribus del desierto, pero ahora conmemorando como tal el hecho liberador por parte de Dios.
Transición de la Pascua judía a la Pascua cristiana
Como buen judío, Jesús celebró cada año la Pascua con sus paisanos. Para su época, el cordero ya no era sacrificado en cada casa, por cada familia como había sido al principio. Varios siglos antes de Jesús, un rey de Judá había "reformado" el culto y uno de los puntos de dicha reforma fue la centralización absoluta del culto en el templo de Jerusalén, este era el lugar, único para todo el país, autorizado para toda la actividad cultual. Imaginemos el tremendo tumulto en Jerusalén. Todas las familias, o por los menos los padres, haciendo la fila en el templo para que un sacerdote les sacrificara el cordero pascual que luego sí, podía ser consumido en casa; podemos imaginarnos a Jesús cada año metido en ese tumulto, haciendo lo que todo su pueblo hacía.
Muy seguramente, por algún período de tiempo, los discípulos de Jesús y los primeros cristianos, continuaron la misma práctica después de la muerte del Maestro; pero esto probablemente no duró mucho tiempo; primero, porque hubo una ruptura radical entre el judaísmo oficial y los seguidores del galileo Jesús que termina con su expulsión definitiva del templo y de la sinagoga; y segundo, porque este grupo de seguidores comenzó a entender que la propuesta de Jesús, sus enseñanzas y su praxis, su compromiso, todo refrendado con su propia vida, con su sangre derramada, había obrado en ellos la liberación definitiva del poder de una estructura religiosa alienante y opresora y ahora se abría para ellos una perspectiva de vida absolutamente nueva y distinta. El sacrificio de Jesús se convierte así en el nuevo motivo (el culmen) de Revelación divina para quienes le conocieron y siguieron.
Nosotros hemos recibido a través de los escritos del Nuevo Testamento y de la Tradición apostólica la reflexión ya hecha del efecto liberador de la encarnación del Hijo de Dios, de su vida, muerte y resurrección; pero tendríamos que ponernos en el lugar de los discípulos y de los primeros cristianos para tratar de comprender la lectura o interpretación que ellos hicieron de ese acontecimiento y cuál fue el proceso que los fue llevando a esa lectura hasta comprender que Jesús "es el Cordero de Dios que quita el pecado, la esclavitud y la muerte del mundo". En todo caso, para ellos fue un proceso largo y difícil, y más especialmente tratándose de personas que provenían del judaísmo, acostumbrados al dogmatismo y absolutismo religioso, eso mismo que no permitió a las autoridades judías "ver" al Mesías en el Jesús histórico (a este propósito léase Juan 7,1-31).
Volver a revivir esta primera etapa de la historia del cristianismo es hacer el ejercicio de re-encontrar el sentido salvífico de la vida, muerte y resurrección de Jesús desde una perspectiva más vivencial, profunda y liberadora; hay que hacer el esfuerzo de romper con ciertos dogmas y preconceptos que la teología y la predicación sobre la Pascua de Jesús han fijado tan firmemente en la mente de los creyentes al punto de obstaculizar el hallazgo de los contenidos siempre nuevos y actuales que tiene el evento salvífico del sacrificio de Jesús y que tienen su máxima expresión en la interpretación pascual.
Pero, en sí, ¿qué significa la Pascua?: enfaticemos que el significado de nuestra Pascua, no puede ignorar el significado de la Pascua judía. Para ellos, ya dijimos, la pascua rememora la noche en la cual se dieron dos cosas: haber quedado vivos después del paso del ángel exterminador que hirió de muerte a todos los primogénitos de los egipcios; y en segundo lugar, haber salido del país de la esclavitud para dirigirse a la tierra de la libertad, y todo porque Dios había optado por ellos, por los esclavizados, por los que no valían nada para nadie.
En línea con esa rememoración, la Pascua cristiana, si se quiere instituida por Jesús con su ministerio, celebrada de manera anticipada en su última cena con sus discípulos y discípulas y refrendada con su sacrificio en la cruz y su resurrección por parte del Padre, otorgó al ser humano la liberación total, primero, de la opresión religiosa ejercida por dirigentes y "sabios" que mantenían al pueblo sometido a la figura de un Dios intransigente, cruel, excluyente e indiferente a los padecimientos humanos (con esta clave, léanse todos los signos liberadores obrados por Jesús: curaciones de ciegos, sordos, cojos, paralíticos…, y para constatar cómo Jesús devuelve al pueblo la auténtica figura de Dios, léase con mucha atención y como conclusión de todo su ministerio público, el episodio del velo del templo que se rompe apenas él expira en la cruz: Mc 14,38; Mt 27,51); y en segundo lugar, una liberación política, en el sentido de que sus palabras y enseñanzas, muerte y resurrección, confirman que el sometimiento de unos a otros no es parte del plan de Dios y que por lo tanto, el ser humano puede y tiene que mantener vivo el esfuerzo y la lucha por sacudirse todo lo que signifique sometimiento y opresión por parte de quienes se creen amos y dueños del mundo, de personas y de bienes…
Se entiende, entonces, por qué el sacrificio de Jesús es pascual: porque nos ha mostrado el camino para librarnos del poder de dominio de unos cuantos sobre los demás; porque nos ha sacado del error a la verdad, del sometimiento y opresión a la libertad, de la muerte a la vida, de la exclusión a la inclusividad en el corazón de Dios (cf. el velo roto). Arriesguémonos a reinterpretar la Pascua celebrada y vivida por Jesús y tratemos de releerla a la luz de nuestra experiencia de fe hoy y para hoy. Es posible que así esta Pascua traiga nuevas luces y nuevos sentidos para nuestra vida humana y cristiana.